Coatzacoalcos, Ver., 13 de mayo de 2016.- Bajo la sombra de una higuera, en medio de la basura y la maleza, allí se comienza a diluir el discurso gubernamental sobre la bonanza petrolera que espera a México después de la Reforma Energética, esto, a unas horas de la firma de los primeros contratos de extracción entre el gobierno mexicano y 19 empresas extranjeras.
Es bajo la copa de ese árbol, en donde pasan las horas un grupo de 800 obreros de Petróleos Mexicanos a quienes no permiten ingresar a sus áreas de trabajo desde el pasado 20 de abril, el día negro para Coatzacoalcos, por la explosión con más de 30 víctimas en Clorados III.
“En este lugar, prácticamente en la calle, es donde pasamos el tiempo desde el día de la explosión. No sabemos si tenemos trabajo, si nos van a correr o si nos dejarán pasar de nuevo a nuestras áreas laborales”, explicó Federico Corzo Ramírez, trabajador de Pemex que citó a la prensa para expresar su malestar con la dirigencia de la sección 11 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, ya que no los respaldan.
Dijo que son unos mil trabajadores de base y contrato a quienes no se deja pasar a los complejos a donde fueron distribuidos desde hace dos años, cuando Pajaritos fue entregado a Mechichem, y se firmó un convenio entre la dirigencia nacional y local de sindicato de Pemex para no despedirlos, en cambio, ocupar su experiencia en otras áreas.
Corzo Ramírez apunta al poniente, “allá deberíamos estar trabajando desde diciembre, pero no sabemos por qué ya es mayo y no nos dejan pasar a ese sitio, en donde están los talleres de mantenimiento de Cangrejera. Eso dice el contrato”, explica el trabajador.
Piensan que con la explosión de Clorados III, la empresa de la familia del Valle, así como Pemex y el sindicato de Carlos Romero, podrían darles “madruguete” y aprovecharse de la situación para jubilarlos y desaparecer sus plazas.
l día siguiente de la explosión, los mandaron a concentrarse a la explanada de la Gerencia de Mantenimiento de Cangrejera.
En ese sitio pasan entre seis y cinco horas al día. Se pelean los pocos espacios que hay para sombra, así como la poca agua y alimento que llegan a ofrecer los comerciantes ambulantes. Se destapan botellas de agua, de coca. Se apilan las colillas de cigarro.
En realidad, dicen los trabajadores, son unos mil los que están en la misma situación, aunque por las mañanas sólo arriban 800 a quienes pasan lista, pues los salarios sí han estado fluyendo normalmente.
Lo que les preocupa es que los corten de un momento a otro por la situación de no dejarlos pasar a trabajar.
El complejo Pajaritos se encuentra totalmente parado por las investigaciones que realizan las autoridades entorno a la explosión, dicen; sin embargo, en base a los convenios firmados entre los sindicatos, a estas personas se les tendría que haber fijado una fuente de empleo en otra área, por eso están inconformes y llamaron a la prensa para expresar si indignación ante las condiciones “infrahumanas en que nos tienen”.
Bajo el sol, sin agua potable, sin baño, a las mujeres, con la incomodidad de ir al a la gasolinera más cercana a realizar sus necesidades, mientras los jefes aplican el pase de lista y los dejan allí sin más explicaciones, “sólo esperar, a ver con qué nos salen”.
La única higuera en el camellón de la explanada les brinda un poco de sombra, pero ya luce atestada de basura, maleza, restos de comida y platos de plástico en donde consumen sus alimentos.
Después de varios días hacinados en este reducido espacio, la sanidad es lo primero en quebrarse.
Eso sí, los carros último modelo, las camionetas de lujo y los coches deportivos no dejan de ocultar la situación de muchos de ellos, empleados especializados de Pemex con una abultada quincena, molestos “por la situación en que nos mantienen, bajo el sol y sin una carpa para taparnos del sol aunque sea”, reitera López de los Ángeles.
“Es complicada la situación, saber si estamos o no, si ya nos quieren despedir o nos esperarán otro poco, sólo queremos que nos digan la verdad”, dijo otro empleado de la ex para estatal.
Electricistas, obreros generales, mecánicos, trabajadoras de oficina, la mayoría ve a corta distancia y con preocupación lo ocurrido con docenas de compañeros que hace dos años resultaron “chispados” del complejo Pajaritos por el negocio entre Pemex y Mechixem, el cual se manchó con el accidente en Clorados III.
“La empresa nos tiene acá, pero sabemos que siguen contratando personal, tal vez para suplirnos en la operación de la planta, gente que no tienen experiencia, no les pagan lo mismo que a nosotros, es menos, pero ponen en riesgo sus vidas, las instalaciones y las de los habitantes de Coatzacoalcos si siguen con esas prácticas”, finalizó López de los Ángeles, vecino de Moloacán, municipio en donde se asientan dos campos maduros entregados en enero pasado en la Ronda Uno, y que están listos para ser explotados por la iniciativa privada.
Fuente: Costa Veracruz