Chinameca, Veracruz, 13 de mayo, 2016.- Con cuatro clavos encajados, un jabón rosado es lo primero que se mira al llegar casa de la familia Mayo Coronado, “es para que el asesino no camine mucho, y se quedé allí clavado”, cuenta la abuela materna de “El Tibiri”, el menor de edad asesinado un mes atrás por Rafael Carmona Jara, “El Mata Niños”.
Las cenizas de Ricardo Mayo Coronado, El Tíbiri, de siete años, reposan en una urna con su nombre, en el centro de un altar en donde se alza la foto de El Tíbiri, acompañada de algunos de sus juguetes preferidos, dos puñados de monedas, flores y motivos azules.
“Un médium le dijo a su mamá, hace unos días, que Ricardito estaba presente entre nosotros, que se preocupaba mucho por su mamá, la veía muy triste, y quería un altar con su foto junto al corral de sus pollos, y que todo, todo fuera color azul”, relató la abuela.
Ha transcurrido un mes desde que Rafael Carmona Jara, primo del alcalde, Víctor Salomón Carmona, enlutó a la familia Mayo Coronado, panaderos y pequeños ganaderos de Chinameca, dueños de un corral grande y espacioso, pero no de ranchos y propiedades al por mayor; propietarios de una panadería con más de 50 años de historia con la cual han construido el patrimonio de hermanos y padres de tres generaciones, más no fortuna y riqueza.
“Somos gente humilde, de trabajo, y no tenemos más anhelos que no sean los de encontrar justicia”, dijo Ilsia Coronado Vargas, madre del difunto, para acallar los rumores sobre la entrega de dos millones de pesos.
“Sí nos reunimos con el gobernador, y no nos ofreció dinero, ni le pedimos. Le exigimos justicia para Ricardito y él se comprometió a castigar al responsable y no solapar a nadie, sea pariente de quien sea”, detalló la madre Ilsia Coronado Vargas.
Pero la policía no ha logrado capturar al asesino de El Tíbiri. El nombre de Rafael Carmona Jara, El Mata Niños, se ha colado por veredas, caminos, montes, lagunas, cerros y montañas en la sierra del sur de Veracruz hasta donde ha sido presa de una cacería por parte de la policía.
“Hemos usado de todo para buscarlo, nos las hemos ingeniado para dar con él, hasta nos hemos disfrazado, esto es una cacería en su contra y no hemos parado de buscarle, cuando ya lo traemos cerca, se mueve”, dice un policía asignado a su búsqueda a reserva de anonimato.
El agresor, posiblemente, se esconde en poblados donde la gente lo cuida, la madre de la víctima piensa lo contrario, “creo que le temen”.
Días después del homicidio de Ricardito, en Las Choapas sicarios dieron muerte a otro niño, aún más chico que el de Chinameca, Jozmar Emmanuel Monroy Sánchez, tampoco hay detenidos.
Durante el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, son más de 36 los casos de menores de edad asesinados de manera violenta, ya sea por bala, el golpe de un palo, la navaja sobre la garganta o un machetazo al cuello. La violencia en Veracruz, tragadero de hombres y mujeres, no ha mostrado misericordia ni con quienes aún no lo son; la sociedad tampoco, pues se generaliza el comentario de “en algo andarían”.
En las calles de Chinameca se respira la calma, las mujeres van a la escuela a dejar a sus hijos; los hombres se encaminan a sus centros de trabajo; sin embargo, un mes atrás, en este municipio de 15 mil habitantes estalló una de las peores revueltas sociales en el ocaso del gobierno priista de Javier Duarte de Ochoa.
Enterados de la muerte de Ricardito a manos del primo del alcalde, por el repicar de las campanas, cientos de ciudadanos marcharon al palacio municipal a reclamar la injusticia, ya que las primeras versiones apuntaban a complicidad con la policía municipal en la fuga del agresor. “Lo que más molestó a la gente, fueron las condolencias del Presidente municipal”, recordó Ilsia Coronado, lo cual dio inicio a la quema de patrullas, disturbios en el palacio municipal y la toma de todas las carreteras que conectan al Sureste mexicano en el Golfo de México, dejando a miles de personas varadas, desde operadores de tractocamiones hasta unidades de transporte de pasajeros. La revuelta fue sofocada con la intervención de la Policía Federal y granaderos, pero el Mata Niños no pudo ser detenido.
“Ahora nosotros parecemos los que estamos atrapados, no podemos salir mucho a la calle ni hacer movimientos, porque hay vecinos que lamentablemente están de lado del agresor y al parecer están pasando información” lamentó Ilsia Coronado.
Los avances de las investigaciones, por lo mismo, ahora son por teléfono, pues cualquier movimiento de policías frente a su casa, es reportado.
“La gente también ha dicho muchas cosas feas de nosotros, que si nos dieron taxis, que si nos dieron dos millones de pesos para calmarnos, que si nos dieron más cosas… yo digo que nada, nada nada de eso calma el dolor de haber perdido a mi niño”, relata la madre.
Carlos Mayo, el papá, es el más acongojado: “Era un niño con mucha fuerza, una gran energía, no sé de donde le salía tanto a su corta edad. Una vez, enfermo de la popocha, faltó a clases, pero me dijo ‘papi, no iré a la escuela, pero me voy contigo a trabajar’. Y lo hizo, me acompañó a poner un quintal de alambre y allí andaba, no tenía picazón ni nada, allí andaba grapando el alambre…”.
En el domicilio de la familia Mayo Coronado una veintena de pollos quedaron huérfanos. “Era el primero en pararse a las seis de la mañana para darle maíz y agua a sus gallinas”, rememora Carlos Mayo. De allí desayunaba y marchaba a la escuela. Por las tardes “siempre me decía, papi, te ayudo a acarrear la leña para el pan”. En el corral de la panadería quedó abandonada la pequeña carretilla de madera construida por el abuelo para que el nieto moviera troncos para alimentar el horno de la panadería. “Quería una carretilla nueva, de metal, de su tamaño, para su cumpleaños, ya la había pedido”, dijo la abuela.
En una jaula dos cotorros también esperan a su dueño, “luego le gritan ‘Tibiriiii, apúrate porque quieren comer”, retoma la abuela. Las aves las trajo el papá. “Se las compré en la montaña por que le gustaba que hablaran”.
Los loros y los pollos, así como un potrillo llamado Valentino, regalo del abuelo para Tibiri, “no serán donados ni se los van a comer. Él quería que sus pollos y sus caballos murieran de viejos”.
En su última conferencia de prensa en Coatzacoalcos, el Fiscal Luis Ángel Bravo Contreras reiteró su compromiso por encontrar al culpable, “será detenido y llevado ante la justicia”; y aunque en su último reporte, el Índice Global de Impunidad México 2016, ubicó a Veracruz en uno de los peores niveles de justicia, en donde persisten homicidios y violaciones a los derechos humanos sin ser resueltos, la familia expresa confianza en las autoridades.
”Están haciendo su trabajo, y lo buscan (las autoridades), constantemente nos informan los resultados, no podría decir más”, apuntaló la madre del finado, quien pide a la ciudadanía solidarizarse y aportar datos útiles para encontrar a Rafael Carmona Jara, “han estado llamando mucho por la recompensa, quieren dar datos pero que uno les dé dinero, y nos han dado mucha información equivocada, nos dicen que está ubicado, pero quieren el dinero recompensa, yo les digo que yo no veo eso, les ruego que me ayuden (La fiscalía ofrece 250 mil pesos de recompensa por el paradero de El Mata Niños). “Así como hay quienes tienen habladurías, hay quienes hacen oraciones y nos ayudan”, dice la madre. De hecho, el jabón rosado con los cuatro clavos se trata de un artilugio, hecho por alguien interesado en ayudar, que lo depositó donde quedó el cadáver del niño. Los dos pares de clavos representan obstáculos en su intento de huida por alguno de los cuatro puntos cardinales para que no huya de la justicia. “es para que el asesino no camine mucho, y se quedé allí clavado… creencias de la gente”, reitera la abuela.
Fuente: blog.expediente.mx