Una banda integrada por 2 secuestradores raptaron a un grupo de 10 jóvenes que levantaron en Nanchital, el sábado pasado.
Los delincuentes estaban armados con metralletas y se los llevaron primero al predio conocido como El Chapo posteriormente los trasladaron en un vehículo al fraccionamiento Punta Caracol, aquí en Coatzacoalcos.
Los muchachos lograron escapar gracias a que un jovencito logró desatarse las amarras; sin embargo, los secuestradores ya habían cobrado 80 mil pesos del pago de una de las víctimas, según revelan testimonios de familiares de los jóvenes plagiados.
Aquí la historia. El 10 de de abril del 2016, será un día que no olvidarán este grupo de jóvenes. Para ellos fue un verdadero infierno.
El jovencito era uno de los más pequeños en edad, alrededor de 17 años. Pero su fuerza por vivir era enorme.
Estaba amarrado con vendajes de tela hospitalaria, sus manos tenía ataviadas. Pero tenía libre la boca, a él no le habían puesto cinta canela como a los demás compañeros.
Estaban en un cuarto de vivienda, en el Fraccionamiento Punta Caracol de Coatzacoalcos que operaba como casa de seguridad de los secuestradores para sus rehenes.
En total eran 10 jóvenes ahí recluidos, privados de su libertad, de los cuales 8 eran hombres y 2 mujeres, según confirma uno de los testigos de este secuestro.
La banda de secuestradores los habían levantado en Nanchital, Veracruz, donde los jóvenes estaban conviviendo apenas este sábado pasado, ya cuando era muy noche y para madrugada del domingo.
En esa hora, ellos no se imaginaban lo que iban a pasar. No, todavía no imaginaban el infierno por el cual atravesarían.
“Oigan, quiero ir al baño. Oigan, quiero ir al baño”, dijo el muchachito, amarrado de las manos con el vendaje. Estaba inmovilizado. Pero solo hubo silencio como respuesta. Nadie atrás de la puerta.
Dejó pasar un tiempo y volvió a insistir: “¿Hay alguien ahí? ¡Quiero ir al baño!”.
Tampoco. Nadie le respondió por nueva ocasión.
Entonces fue cuando supo que los secuestradores ya se habían ido; no había nadie en la casa de seguridad donde estaba secuestrado junto con sus 9 amigos.
Se atrevió a decir:
“Muchachos, ¡no hay nadie, ahora es cuando. Hay que jugarnosla!”.
El joven tenía un llavero en el bolsillo y con el juego de llaves empezó a cortar rápidamente las vendas que ataban sus manos; logró quitarse el vendaje.
Después, empezó a desamarrar a otros dos jóvenes más, les quitó la cinta canela que tenían en la boca que les impedía gritar y pedir auxilio.
Ya estaban desamarrados por lo menos dos jóvenes… fue entonces cuando se asomaron a la ventana y empezaron a gritar. Habían visto a unos vecinos por ahí e inmediatamente comenzaron a gritarles, a pedirles ayuda. Incluso, en la vivienda vecina se organizaba una fiesta que después fue cancelada tras el alboroto.
– “¡Ayuda, ayuda! ¡Ayúdenme! ¡Nos tienen secuestrados!”, comenzó a gritar sobre la ventana. Los vecinos empezaron a darse cuenta, algo les decía que estaba mal. Aquellos muchachos, encerrados, pidiendo ayuda desesperada.
La patrulla no tardó mucho en llegar luego que los habitantes de ese Fraccionamiento le llamaron por teléfono para denunciar que ahí, era una casa de seguridad de secuestradores y que había varias víctimas dentro.
ASÍ EMPEZÓ SU INFIERNO
Fueron levantados en una avenida en Nanchital. Era un grupo de 10 amigos que estaban conviviendo cuando llegó un vehículo Nissan Modelo Platina, color gris, tripulado por dos personas que iban fuertemente armados, con metrallas, armas largas.
Les apuntaron y les dijeron: ¡súbanse!
Tres jóvenes fueron encajuelados, obligados a meterse adentro de la cajuela del vehículo Nissan, modelo Platina. Los demás iban adentro del carro. Todos apretados.
Primero se los llevaron al predio conocido como El Chapo, por Nanchital; pero posteriormente agarraron el puente Coatzacoalcos hasta llevárselos al Fraccionamiento Punta Caracol.
La edad de las víctimas era de los 17 a 20 años.
A las 5 de la mañana los llevaron a la casa de Punta Caracol, en Coatzacoalcos. Al llegar a la casa de seguridad había una camioneta blanca por lo que tuvieron que esperar en la esquina hasta que se fuera el vehículo y no hubiera nadie, ningún testigo.
“¡Cuidadito y se mueven!, hay todavía gente. Ya saben, si se mueven disparo. Vamos esperar que se vaya la camioneta”, les dijo uno de los secuestradores.
Uno por uno, metieron a los jóvenes a la casita, a la vivienda del fraccionamiento Punta Caracol ubicada en la calle Delfín, Privada de Buque de ese sector. Les obligaron a quitarse la ropa, todos tenían que estar en ropa interior. “¡Todos en boxer!”, mencionó.
Uno de los secuestradores era un gordo, estaba chimuelo. Otro era flaco, alto, mucho más joven, según narran los familiares de las víctimas.
“Aquí se van a quedar, ya se pagó el rescate de una de las mujeres, ya depositaron. Pero faltan los demás. Aquí se me quedan quietecitos, quietecitos”, les dijo otro de los secuestradores.
Posteriormente se supo que por una de las mujeres, la familia ya había pagado 80 mil pesos.
De acuerdo a los testimonios, la vivienda que funcionaba como casa de seguridad era alquilada con un número telefónico de Agua Dulce. La casa es de una planta y está amueblada, llevaba de 3 a 4 meses desocupada.
Cuando el jovencito se quitó las vendas y empezó a desamarrar a otro par de amigos, empezaron todos a buscar una salida. Se dieron cuenta de la puerta de traspatio y con un tubo empezaron a romper los candados.
Había un tragaluz, por ahí se filtraba los rayos del sol y con él la esperanza de su fuga. Salieron por el tragaluz hasta quedar en la azotea.
Una de las mujeres que se brincó desde la azotea tenía 20 años, gordita. Cayó en su intento de brincarse a la avenida.
Ella quiso agarrar un taxi y nadie le dio carrera, inmediatamente la bajaban del taxi los choferes. Veían que estaba completamente histérica, con crisis nerviosa.
Más tarde, las mujeres dijeron a los policías estatales que los secuestradores las habían violado.
Una patrulla de Seguridad Pública llegó al lugar, pero a los pocos minutos comenzaron a llegar todos los familiares de las víctimas. Todos gritaban y lloraban. Se abrazaban.
-“¡Hijo, hijo..Estás vivo gracias a Dios!”, decía uno de los padres de familia que había denunciado la desaparición de su hijo en Nanchital.
Después llego el Ejército y el Ministerio Público que se llevaron todos los artículos domésticos de la vivienda; en su interior encontraron varios ventiladores y bolsas femeninas, al parecer de víctimas que habían sufrido un asalto o secuestro por parte de esta banda.
También se llevaron a una perra boxer, que todavía era una cachorrita.
Los Policías todavía hicieron un patrullaje para ver si no encontraban a los secuestradores. No hubo ningún detenido.
Pero aquél domingo, la suerte estaba de lado de los muchachos. Viven para contarla.
Fuente: Costa Veracruz